También pertenecen al Estado del Vaticano, junto con la propia ciudad vaticana y otros terrenos extramuros en la misma ciudad de Roma, los terrenos italianos de Castel Gandolfo. Que es el lugar donde tienen tradicionalmente los Papas su residencia de verano.
Yo trabajaba y vivía soltera en Italia. Al enterarse de este dato todo italiano que conocía se veía en la obligación de presentarme a algún amigo. Así conocí a Lorenzo al que le impusieron sacarme a pasear un domingo. Y es que es costumbre romana salir los domingos a pasear alrededor del lago Albano, saboreando un helado, como no. (O bueno quizás esto lo hice yo porque no puedo vivir un día sin helado no importa la época del año)
Llegamos al lago y me preguntó si conocía Castel Gandolfo y le dije «pues claro todo el mundo lo conoce» Se quedó muy extrañado ante mi respuesta pero se pasó riéndose toda la tarde cuando se enteró que este pequeño pueblecito de la Lazio era conocido fuera de Italia como «el Camp Davis del Vaticano»
Empezando por describir el lago pues sería realmente bonito si no fuese porque es un basurero. Hay que pasar por alto para no estropear el cuadro, es que en Italia los lugares públicos no están cuidados en absoluto. Aquí viene mucha gente de domingueros a pasar el día y bañarse cuando hace calor, lo dejan todo hecho un basurero (literalmente, te puedes encontrar desde sillas hasta ruedas de coches) y nadie cuida nada.
La parte buena es que como toda la zona, es de origen volcánico y el Albano se formó en la caldera de un volcán. Se encuentra rodeado de montañas llenas de bosques.
Me contaba Ravi que a ella no le gusta bañarse allí, porque tiene miedo del ojo de mar. Lo cual le conté, me traía recuerdos de mi más tierna infancia y las terroríficas leyendas sobre el ojo de mar en el centro de la laguna grande en Gredos.
Es bastante grandecito de forma que hay embarcaderos y alguna que otra vela para navegarlo, incluso un barco que te da una vuelta por él.
Después de nuestro paseo empezamos la laboriosa subida zigzagueante hasta la cima de la caldera donde se alza el pueblo de Castel Gandolfo. Se trata de otro de los «Castelli Romani«, desde luego desde todas partes del lago se divisa el castillo amarillo que es la residencia papal y que corona la parte más alta majestuosamente.
Por el camino nos cruzamos con auténticas villas (unas casas impresionantes que contrasta con la idea de ciudad dormitorio que tenemos nosotros, porque los Castelli Romani principalmente están habitados por familias que diariamente van a Roma a trabajar. Eso si no viven en bloques de edificios a las afueras de la ciudad sino en preciosas villas en el campo. La contraparte es que vivir aquí sin coche es estar vendido, no hay absolutamente nada que hacer y por otra parte tienes que enfrentarte diariamente al caos circulatorio romano).
Luego cruzamos todo el pueblo hasta la Piazza della Libertà donde está la imponente residencia papal (aunque desde el lago se veía mejor. Es más sigo pensando que lo bonito es verlo desde abajo, el pueblo en sí no aporta mucho más)
En el 81dC aquí estaba la residencia de campo del emperador Domiciano (un «macro» palacio que iba desde la Via Appia hasta el lago Albano) pero luego los terrenos fueron abandonados y en el s.XIV se cogió el mármol para construir el duomo de Orvieto.
En el 1200 la familia Gandolfo construyó una fortaleza cuadrada con un patio (que todavía existe) que luego compraría la Iglesia. Fue el Papa Clemente VIII el primero en residir en el castillo y poco a poco se fue reformando. La fortaleza se amplió con nuevas estructuras, se construyó el ala del palacio junto al lago, y la parte izquierda de la fachada actual hasta la puerta de ingreso. Se realizó también el jardín del palacio (Jardín del Moro), es un jardín realmente grande del que todos los italianos hablan maravillas aunque no está abierto al público y al lado del palacio papal se encuentra el observatorio. Pero salvo la residencia papal que es el edificio que domina la plaza de la Piazza della Libertà, las demás dependencias (y jardines) no se pueden ver.
En la misma plaza el genial Bernini diseñó la iglesia de San Tommaso di Villanova, que es el único atractivo propiamente turístico que podría tener el pueblo, más allá de escaparse del bullicio de la ciudad a un entorno bucólico a menos de 30km.